viernes, 10 de octubre de 2008

Drax: Lights In The Sky Over Caracas

Pues si, las 5 mejores reseñas que me encuentre serán posteadas por aquí.

Esta que coloco por aquí fue escrita por Drax y debo decir que está excelente, bastante detallada y con cosas que estoy seguro más de uno pensamos. Está genial para ponerse a leerla y recordar con nostalgia pero con felicidad a la vez el concierto.
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NO FUE MÚSICA. NO FUE VISIÓN. NINE INCH NAILS FUE UNA EXPERIENCIA


Habíamos aguantado, esperado, temido las cancelaciones, superado la incredulidad y por fin, estábamos dentro del Poliedro, esperando a un encuentro que sabíamos que iba a ser insuperable, pero cuya magnitud nos tomó por sorpresa absoluta. Llegué al poliedro con Fabrizio, un amante de la música total que, a pesar de no ser un fan, sabía que si no veía esto, se iba a arrepentir (así que tomó la decisión correcta, el pana). A las once de la mañana, la cola era corta y la mercancía del grupo se estaba vendiendo en 65 BsF la camisa. Mandé a los vendedores al carajo y me quedé oyendo mi mp3 de NIN, que dio la vuelta todo el día al menos cinco veces. Hice amistades en la cola de arena, comprobando una vez más que los fanáticos de Nine Inch Nails somos la gente más arrecha que existe. A mi lado, Alfonso, uno de los panas que conocí, estaba súper cargado de energía porque se devolvió de Madrid dos días antes de que NIN tocara allá el año pasado y creía que nunca tendría la oportunidad de verlos ya. Y es que, vamos ¿quién de nosotros creía que tendría la oportunidad de verlos? Con esos DVD’s, con esos videos en You Tube se veía que la producción era demasiado elevada y que traerlos aquí era simplemente un sueño muy lejano. En Venezuela, estamos acostumbrados a conformarnos con el pesimismo. Estamos condicionados a pensar que esta clase de cosas no son para nosotros y ya. Que para ver el sueño, tendríamos que ir a otro país y disfrutarlo allá. Nadie se imaginaba que el sueño saldría de nuestras cabezas y se nos plantaría justo en frente como lo hizo. Los sueños se cumplen, de verdad.
A golpe de cinco de la tarde empezó a llegar toda la gente y el ambiente empezó a entrar. Si bien en la mañana me levanté bastante más calmado de lo que me esperaba, conforme la noche se acercó, los nervios fueron creciendo hasta volverse una maldita boa en el estómago. Me encontré con gente que quería, con gente que odiaba y con gente que me hubiese gustado conocer. El mero hecho de estar en la cola ya era algo grande, sabiendo que la banda estaba dentro. Conmigo, aparte de los panas, estaba R, una amiga cercana a la que conocí hace cinco años, conectando precisamente por NIN, sin saber que terminaríamos hablando de la banda a pocas horas de verla (todo el grupo comprobaríamos luego que si la terminamos pasando tan bien, fue en parte por la compañía). El señor Burn andaba por ahí, con una bandera de AIR que fabricó él mismo y ese hecho, en la cola, conseguirme con gente con la que he hablado por tanto tiempo en expectativa a este momento, fue muy, muy agradable. A las cinco y media de la tarde, las camisas estaban a treinta y cinco lucas.
Tomé sólo dos cervezas (una fue brindada, vamos) y a las seis y pico entramos al poliedro, con los sentidos claros, ya sin vuelta atrás, sabiendo que desde aquí, the way out is through. Desde ese punto empezó lo bueno para nosotros. Recién entrando al poliedro, una amiga de uno de los panas que andaba con nosotros se acercó corriendo y le dijo “¡Vente, vente, que tengo puestos en primera fila!”. Nosotros no le hicimos caso y nos fuimos al fondo.
Claaaaaro.
Corrimos como unos propios nigerianos y, aunque al principio tuve muchos problemas obteniendo una buena perspectiva (porque aparentemente todo el mundo en ese toque era más alto que yo), R y yo logramos posicionarnos justo en las barandas, en la zona izquierda del stage; más cerca, imposible. DC, otra amiga, estaba en la parte general y tomó varias fotos de mí, sonriendo como una niñita alegre y levantando la mano. Ya ella tomaría varias fotos que hablan por sí mismas.
Leo Herrera, ingeniero de NIN desde los tiempos de los tiempos, se apareció por un lado de la tarima, nos sonrió y nos saludó con la mano y, como bien me señaló R, mientras las chicas de Motorolla estaban frente a nosotros, con sus escotes y sus faldas y todo el mundo las miraba, yo era el único carajo que miraba en la dirección opuesta gritando “¡¡¡¡¡Leo!!!!!”. Cosas que sólo ves cuando Nine Inch Nails toca en tu país. Como era de esperarse, nos hicimos panas de todo el mundo a nuestro alrededor. Era como estar borracho: estábamos permanentemente alegres, optimistas, decíamos chistes estúpidos, pasamos por la fase de “te quiero, eres mi mejor amigo en tooooodo el mundo” y justo cuando llegaba la hora de los stript-tease masculinos, a las ocho de la noche en punto, se montó la gente de Viniloversus en la tarima.
Ok, ¿cómo describo esto? Yo no los había oído y, sinceramente, esperaba algo tipo normal, algo que no fuese la gran cosa y que realmente sirviera para matar el rato. Pues, señores, Vinilo dio un toque breve, pero señorial, dos bajos, la batería y el cantante/guitarrista, los 4 tripeando con una energía genial, una muy buena vibra y dejándonos un estupendo sabor de boca. Cuando se fueron, empezó la espera más larga que he pasado en mi vida. Ese período, entre las 8:25 a las 9:00 fue insoportable. Miraba el reloj cada cinco segundos, notificándole a los demás: “son las 8:40. 8:41. 8:42 (etc).”. Nada de lo que había pasado antes de este momento tenía importancia. Nuestras identidades se fueron borrando con el paso de los segundos y cuando pasó el tipo de seguridad, diciéndoles a los guardias de la tarima “cinco minutos”, prácticamente ni siquiera importó. Y, entonces, sucedió.

Cuando empecé a oír 999,999 sonreí inmediatamente. Las luces se apagaron y el grito de la audiencia fue el grito de al menos diez años esperando a esta genial banda, por fin aquí. Desde donde estábamos, les vimos entrar, uno por uno, primero Josh Freese. Por supuesto, al verle, le señalé, “¡Es Josh! ¡Se subió Josh!”. Era innecesario, porque creo que todos ahí lo estaban viendo, pero en ese momento nada tenía sentido. Alessandro Cortini siguió, montándose en su puesto de electrónica inefable, estando nosotros tan cerca que podíamos ver su barba mal afeitada de dos días. Fue entonces cuando Justin Meldal-Johnsen subió y se paró justo frente a nosotros. No lo pensé como algo lógico y ordenado, sino como una sensación de que este pana iba a ser arrecho. De nuevo, no sabía cuán arrecho iba a ser. Y ahí, del lado derecho de la tarima, se montó ese caballero de la guitarra y amo indiscutible del stage que es Robin Finck, con sus pantalones pegados, su camisa sin mangas y sus churros largos. Vimos cuando le dieron la guitarra, mientras todos en la primera fila gritábamos “¡Es Rob! ¡Miren a Rob!” tan a coro, que parecía otra canción. Temí que 999,999 fuese demasiado larga, pero en realidad se me pasó volando. Así son las cosas cuando la pasas bien.
Sin saberlo, empezó el plomo. Josh empezó 1,000,000 tocando con toda su fuerza, como el robot metrónomo que es y el señor Finck empezó su bamboleo con esos primeros gloriosos riffs. Y ahí apareció El Hombre: Trent Reznor, enfundado en pantalones de cuero y una camisa gris oscuro manga corta que podíamos ver tan bien que notábamos que tenía un hueco en el costado derecho de la espalda. Así de bien se veía desde nuestro punto. Cuando entró lo hizo con tanta fuerza, con tanta energía, con tanta garra, que mi primer sentimiento fue intimidación por cuán en control se veía y porque… coño, vamos. Era Trent Reznor, a cuatro metros de distancia. Me quedé tan impresionado que se me olvidó la letra de 1,000,000, mientras Trent saltaba a la mitad de la primera estrofa, Justin rockeaba pateando al suelo y Rob entraba en ese frenesí que no creí que iba a verle jamás. Josh tocó esa canción mejor que cualquier otra vaina que haya oído de cualquier otro baterista en mi vida. A la segunda estrofa, Finck perdió el control y los gestos en su rostro eran los de alguien que se estaba tripeando la vaina tanto o más que nosotros. Si el público había estado medio relax antes, ahora era una granada a punto de explotar, todos hacia el frente, presionándonos, todos saltando y todos que no cabíamos de la felicidad. Ya para el final de esa canción, recuperé la perspectiva y no me pelé ni una sola palabra del resto del concierto.
Apenas terminar 1,000,000 arrancaron con Letting You, sin momento para respirar, a pesar de que ya todos al frente estábamos bañados en sudor y jadeantes. Todos no parábamos de vibrar al ritmo de esos golpes malditos en esa batería hecha en el cielo, mientras Justin headbangueaba como los diablos lo hacen en el infierno. De nuevo, en el solo, tuvimos que voltear hacia Rob, que estaba fuera de sí, tocando como vimos miles de veces en los DVD’s y entonces tocando mejor que eso. No puedo sentir sino una pequeña envidia por los panas que estaban de su lado, mirando a ese genio de las seis cuerdas, que no dudó en lanzarnos sus botellas de agua vacías.
Dos líneas rojas cruzaron el stage, una arriba y la otra abajo y, mientras lo hacían, el señor Josh motherfucking Freese nos mostraba que era la hora de Discipline. Todo el público coreando con un Reznor que controlaba el stand de ese micrófono, su camisa ya no grisácea, sino negra por su sudor. A partir de esta canción, notamos que Justin nos estaba mirando y, por la mera gratitud, coreamos (al menos R y yo) el resto de la canción señalándolo a él, sonrientes y creo que debió haber funcionado, porque el pana le dio duro a esas últimas partes de una canción que no tuvo desperdicios, mientras las luces iban de acá para allá.
¡Y empezó la March of the Pigs! El público perdió el maldito control aquí. Todos saltando como si el piso estuviese al rojo vivo y Trent, demostrando por qué es el verdadero dueño de la tarima, en cualquier parte del mundo. El tipo no había dejado de moverse y de rockear y aquí no se detuvo para nada, siendo un gigante incluso cuando las luces se hicieron amarillas y nos bañaron a todos en su “doesn’t it makes you feel… … …better?”. Todos estallamos en un grito que bien pudo ser un trueno y de una, sin chance para respirar, arrancó otra vez, con un Reznor corriendo al frente de la tarima, cogiendo el stand de su micrófono y mandándolo a volar bien alto, para golpear el aire en su “Shove it up INSIDE!!!”, un movimiento clásico de él que todavía no puedo creer que vi en vivo y directo, sin mencionar cuando tomó la botella de agua, corrió hacia Robin y fingió esa eyaculación de un solo golpe, otro movimiento característico que fue tan inesperado que me pasé el resto de la canción con una gran sonrisa en la cara. Para este punto, estaba bien claro que estábamos viendo un toque que no tenía nada que envidiarle a los toques de los Estados Unidos. Esto, señores, es respeto por la audiencia. El outro de la canción fue sublime, el tipo con una voz demasiado arrecha para estar oyéndola ahí mismo, mientras en su rostro veías esa furia con la que todos nos identificamos un millón de veces antes.
Caminó a las botellas de agua, bebió un poco, las luces se hicieron tenues y púrpura-azuladas y al volver, lo hizo cantando “Hey Pig, yeah, you… hey pig, Piggy”. Todo el público cantó la canción, vueltos una parte de la propia hermosa máquina de odio, y el mismo Trent nos apuntó con el micrófono, confiando en nosotros, un público que no hablaba su lengua, pero conocía sus palabras y los sentimientos detrás de ellas como si fueran propios. Ya todos al frente estábamos al borde del placer y el dolor, gritando que “Nothing can stop me now, ‘cause I dont care anymore!!!” como nunca lo habíamos hecho. Alfonso tuvo un breve momento de decirme “ahora pilla al Freese” y, como si esa hubiese sido su señal, el tipo arrancó, tocando a un nivel tan perfecto, que las palabras no dan para tanto. Trent terminó la canción dejándonos boquiabiertos al tocar las últimas notas no en el teclado, sino en un dispositivo semicircular, como una pelota de bronce por la mitad, entre sus manos. Ninguno de nosotros podía creer esa vaina. Los brazos ya se me resentían, de tanto levantar los puños al aire, pero créanme que el dolor estaba lejos de hacerme parar.
E instalándose en los teclados, el genio empezó las notas de The Frail, yo imaginándome la emoción de Burn en ese momento, que tanto lo había esperado. Un subnormal escogió ese preciso instante para gritar “súbanle volumen”, todos le insultamos de vuelta, con puro temor de que Trent oyera algo que le molestara, pero los tipos de la seguridad fueron unos señores, picando adelante y sacando al maricón, que no volvimos a ver más. Cuando empezó The Wretched, los gritos de sorpresa y alegría se dejaron oír, porque ahí estaban al fondo, las pantallas retumbando con golpes verdes que reventaron cuando las luces detrás nos gritaron de vuelta y todos les respondíamos con “NOW! YOU KNOW! THIS IS WHAT IT FEELS LIKE!”. Creo que Justin estaba sorprendido por vernos tan enérgicos y de nuevo, según su propio testimonio, R, al ver que ese bajista de oro nos miraba exclusivamente, no pudo evitar sonreírle en respuesta. Josh no perdió el dominio en ningún momento, Rob estaba tocando notas que el mismo Dios estaba disfrutando y Trent sin contener sus expresiones, dando potencia y poder en ese último coro, dando los saltos por los que se ha hecho conocido cuando suena una parte cabilla y, de nuevo, no puedo creer que lo vi con mis propios ojos. Era como ver a grandes amigos con los que sólo has hablado por telepatía.
Sólo una breve pausa y empezó Head Down, con ese símbolo de G al fondo de la pantalla y un Reznor que iba de acá para allá, con baterías eternas y controlándonos con una voz tan perfecta como en los discos, que se supone que deberían estar pulidos y mejorando todo. Fue aquí cuando Robin Finck vino, con su bamboleo y sus zancadas, a nuestro lado de la tarima, corriendo. Apenas lo vi acercarse, no me pude aguantar y le señalé con el índice fijamente, mientras cantaba “Know your place! Don’t ever forget!”. Él se detuvo justo frente a nosotros y, con mi índice señalándole, se nos quedó mirando sólo a nosotros dos, con la misma expresión grabada en su cara mientras el resto de su cuerpo estaba mandando corrientazos de perfección por esa guitarra. Empecé a sentirme intimidado porque el pana tiene pinga de presencia y dejé de señalarlo, volviendo a levantar mi puño, pero sin dejar de verle y él, como a los dos segundos, se enfocó en la gente a nuestra izquierda y volvió corriendo a su puesto, del mismo modo en que vino. “¡R, viste esa vaina!” no pude evitar preguntarle, “¡Rob nos estaba viendo!”. Ella respondió algo sonriendo encantada y nuestra atención voló a Trent otra vez, que estaba dándole a esa pandereta coñazos como si la odiara y cantando pero lo que es, es im-pre-sio-nan-te-men-te.
De nuevo, cero chance para descansar, mientras teníamos las bocas secas y nadábamos en una piscina de sudor, cuando empezó un momento estelar en todo sentido. La emoción corrió como una ola dispuesta a tragarse al que se atreviera a oponerse, porque, señores, empezaron los beats de Closer. Nadie se esperaba lo que pasó a continuación: Trent se detuvo en el medio del escenario. En un principio, había una pantalla roja al fondo, vibrando entre píxeles hasta que, de ella, surgió su rostro, ampliado por un dispositivo en el micrófono. Todos nos quedamos boquiabiertos y los “¡Quéeeeee arrecho!” no se hicieron esperar, en particular porque eso, ese detalle, lo estrenaron con nosotros anoche. Todo el público gritando “I WANNA FUCK YOU LIKE AN ANIMAL!” y yo tripeando con Justin, los puños levantados hacia él y el carajo mirándonos otra vez, mientras Fabrizio le saludaba con sus pulgares hacia arriba. Aquí pasó otra atrocidad. Hicieron la mezcla con The Only Time en el medio (arrechísimo, me encanta cuando hacen esa vaina y me encanta haberlo visto) y antes, en el segundo coro, Trent motherfucking Reznor SE ACERCÓ A NUESTRO LADO DEL STAGE Y NOS MIRÓ, FIJO, cantando, enfocándonos por nueve segundos, con una expresión de que la energía dentro de él sólo había crecido a lo largo de sus ya casi veinte años de carrera (R y yo lo analizamos, fue del 2:2o al 2:29, ¡¡¡¡NO LO IMAGINÉ!!!! http://es.youtube.com/watch?v=GTBaQXZf3LU). Fueron sólo breves segundos, él volvió a su lugar en el medio (donde le veíamos pero perfectamente) y otra vez: “¡Mierdaaaaaaa, R! ¡¿Viste esa vaina?!”. Fue un brevísimo instante en su vida, pero ese detallito nos volvió la noche más titánica, si se podía, y la personalizó todavía más (R me acaba de decir, mientras redacto esto, que "me congelé por esos segundos, te digo. Senti un sofocón en el pecho heavy. Te lo juro que pensé que lo había alucinado"). Justin headbangueó malditamente en esos últimos momentos y, cuando todo terminó, supimos que lo que acabábamos de ver era simplemente irrepetible.
Como a los dos segundos, arrancaron los beats de Gave Up y ahí la arena se volvió una recreación del Apocalipsis. Ya estábamos sonrientes, con los puños al aire, pero la hecatombe empezó cuando las luces del fondo explotaron verdes, rojas y amarillas mientras los faros en el techo giraban por todo el stage y todos, público y banda, gritábamos “IT TOOK YOU! TO MAKE ME REALIZE! IT TOOK YOU! TO MAKE ME REALIZE!” Nunca voy a olvidar el performance de esa canción. Justin masacró esos coros (no existe otra palabra para describirlo) mientras sostenía una guitarra y lo pillé vocalizando partes de la letra y de nuevo, cazando a nuestro grupo. De verdad, en este punto de la noche, si no te agarrabas con fuerza a la baranda, terminabas en los baños. Trent la cantó con toda la garganta, lanzó su fucking micrófono al centro de la arena y allá prosiguió la matanza. Ese fue uno de los pocos momentos que tripeé con Alessandro, después del primer coro. Nosotros, por este lado, le notamos un poco apagado. Yo casi no tenía voz, no tenía aire pero nadie se detuvo durante ese toque marcial sagrado hasta que Trent gritó, con toda su fuerza, “THROW IT AWAAAAAAY!!!!! THROW IT AWAAAAAAAAAY!!!!!”. Fue una de las mejores canciones de la noche y las luces, ni se diga lo inefable que estuvieron.
El tono por fin bajó, pero Nine Inch Nails no es un grupo que te dé tregua. Una reja bajó frente a nosotros y se iluminó de azul, mientras tocaban un interludio y burbujas pasaban de un extremo al otro de la reja. Boquiabiertos.
Como si ya no hubiésemos tenido suficientes sorpresas, la pantalla se apagó y, breves instantes después, pasaron frente a ella, aún más cerca de nosotros, Trent, Robin y Alessandro, a tres teclados que fueron puestos frente a nosotros. Justin se incorporó luego a un lado de los teclados de Alessandro. Lo que pasó fue indescriptible, pero, maestros, tocaron ME, I’M NOT, por primera vez en la gira suramericana y sólo para nosotros, con todos los hierros. Una imagen vale más que mil palabras, y la cosa fue exactamente así: http://www.youtube.com/watch?v=xsi6v-rNoDM&feature=related. Ni qué decir de Robin en ese momento, con un teclado y una guitarra, tocando brutalmente y Trent, cantando una de las líneas más arrechas que he leído en mi vida: “I define myself by how well I hide”. ¿Qué más se le puede pedir a la vida?
Como a la una de la tarde, Alfonso me dijo en la cola “chamo, ¿no sabes si han tocado The Great Destroyer?”. “No”, le dije. “Sí la han tocado, pero no en Latinoamérica y no han variados los setlist entre Chile y Argentina, así que no creo que la toquen”. Ese momento volvió a mí cuando los cuatro se quedaron delante de la reja y ésta se puso en blanco. Todos nos quedamos paralizados y cuando empezó The Great Destroyer oí a Alfonso a mi lado, “¡Marico, la están tocando!”. Ese momento estuvo lejos de cualquier espectáculo que yo haya visto antes, en vivo y por algún medio. Mírenlo ustedes mismos, porque fue textual de esto: http://www.youtube.com/watch?v=qXVX2zzHxeg. No existen las palabras para describir cómo fue aquello.
Con Corona Radiata, el grupo volvió a ponerse detrás de las rejas, éstas se iluminaron de azul y células, y ese monstruo creativo que es Trent Reznor cantó The Greater Good sin que se viera él, sino el efecto de la cámara en el micrófono, enfocando su boca acercándose a la pantalla, el único elemento gris en ese fondo azul. Nadie dijo nada durante ese momento, excepto “¡pero qué abusadores son estos carajos!”. Y de repente, sentí la vaina: la guitarra in cresendo, poco a poco, el riff de Pinion sonando de fondo hasta que opacó cualquier otro sonido, advirtiéndonos, prepárense, que lo que viene es hard-core elevado a la potencia más grosera posible.
Efectivamente. Las rejas subieron mientras Josh empezaba a pulverizar esa batería y Trent volvía al frente, pasándole por debajo a las rejas, que no se habían terminado de levantar, cuando el maldito lo cantó: “THIS IS THE FIRST DAY OF MY LAST DAYS!”. Una explosión de luces blancas salió de la tarima y nos iluminó a todos durante Wish, una de las canciones que yo más esperaba. De nuevo, la arena se volvió una batalla campal, todos bañados en el sudor de todos mientras en el stage podíamos ver las gotas de sudor cayendo de la barbilla de Reznor. El tipo tocó esa guitarra apocalípticamente, Justin estaba lejos de su cuerpo, peleando consigo mismo y Rob seguía en ese trance incontrolable que se volvió una bomba atómica en ese breve solo del final. Josh fue la espina dorsal de esa canción, tocando en la parte del medio con golpes que re-acompasaban el ritmo de los corazones de todos en esa estancia. No sé qué estaba haciendo Trent al final de la canción, porque de pana que no podía apartar la mirada del estilo y la maestría de Mr. Finck.
Apenas terminó Wish, me dije “bueno, y ahora a descansar”. Iluso total. Terminando Wish, empezaron los beats de Terrible Lie y la audiencia se descontroló ahí más que nunca, todos cantando con la banda, Justin de nuevo mirándonos mientras dejaba la garganta en esos coros y, de fondo y de frente, una iluminación roja y trémula en las pantallas, acompañadas de las luces, que resultaron siendo muchas más de las que creíamos cuando entramos al lugar. Toda la parte final de esta canción fue un shock absoluto del que probablemente recuerde más con el tiempo, porque de verdad que no podía creer que tanta gente se hubiese esforzado tanto en montar un espectáculo tan impresionante para nosotros, desde los músicos hasta los técnicos. Sobra decir que en las tres primeras filas NADIE se quedó quieto ni para tomar aire (que necesitábamos y burda; por cierto, de aquí en adelante, el frenesí de R alcanzó su máxima expresión y se mantuvo así hasta el final).
En vez de tocar una canción suave después de las dos últimas guerras, Josh cogió sus sticks, les dio cuatro golpes y empezó Survivalism, mientras cuatro pantallas aparecieron al fondo, una transmitiendo nuestro lado, otra imagino que el derecho, otra al fondo de la arena y otra a Trent de lado. El coro de esta canción fue tan enérgico y soberbio que apenas me fijé en que Fabrizio estaba en una de las pantallas. Veo bien la vaina y pillo que estamos TODO EL GRUPO en la pantalla de la izquierda. Demasiado contento, agité los puños con más fuerza que nunca y no bajé las manos en ningún momento. Trent volvió a agitarse violentamente durante los coros y Robin por fin lanzó una de sus botellas en nuestra dirección, salpicándonos un poquito (y Alfonso al lado mío: “marico… ¡nos mojó!”). Todo el final de esa canción fuimos, por lo menos R y yo, coreando de frente con Justin “I GOT SURVIVALISM!”. Una experiencia fuera de todo rango de explicación posible.
Descendieron de nuevo las rejas, pero tan rápido que antes de darnos cuenta, había empezado The Big Come Down, con las rejas frontales haciendo olas blancas del centro del stage a los bordes, mientras en las del fondo se iluminaban barras verticales en un efecto visual que sólo puede ser producto de un genio (mis más sinceros respetos, señor Rob Sheridan). En la segunda estrofa, Justin le empezó a dar duro a ese bajo (¿o era una guitarra?) y, en el otro extremo, el freak genial de Finck tocando inclinado, con la guitarra casi tocando el suelo, pero sin perder ni por un momento el estilo, la vibra y el control. Trent cantó las últimas partes arrastrando al micrófono con su stand hasta el medio del escenario y poniéndose de lado. Su desempeño vocal, de nuevo, impecable.
Por fin pudimos tomar un momento de pausa con 31 Ghosts IV, que no quiere decir que fue cualquier pendejada o un momento para hablar por teléfono. Los monstruos esos iluminaron la reja frontal mientras de fondo veíamos a Rob tocando EL SOLO de guitarra, con esas expresiones faciales tan extrañas y magníficas que hace cuando está tripeando demasiado.
Terminó 31 Ghosts IV y Josh empezó con un repique que pudo parecer una improvisación muy funky con Robin, pero conforme la guitarra fue bajando el volumen, Josh empezó a tomar un ritmo conocido, introducción de uno de los espectáculos visuales más impactantes de la noche: Only. La reja frontal se llenó de estática y Trent aparecía por aquí y por allá, iluminándose la sección en la que él estaba y, si él se movía, el espacio que le dejaba verse se movía con él. Arrechísimo. Desde nuestro lugar, podíamos ver cómo el carajo estaba justo detrás de las rejas, visible, corría al fondo, haciéndose invisible, y se iba a otro extremo del stage, haciéndose visible otra vez. Fucking Harry Houdini. En los coros, saltamos como unos malditos, gritando “THERE IS NO YOU, THERE IS ONLY ME!!! THERE IS NO FUCKING YOU, THERE IS ONLY ME!!!” Y esto, por no decir que durante los coros, la estática se iba al suelo y después de ellos se iba de arriba para abajo, en un efecto tridimensional que tienen que ver (el video no se ve muy bien, pero se entiende: http://www.youtube.com/watch?v=JYpPa-73GcQ)
No pasó ni un segundo del último sonido de Only cuando los beats electrónicos de The Hand That Feeds comenzaron. No había forma de detener a ese ensamble de Mr. Reznor. Apenas cantó “You’re keeping in step!”, las rejas del fondo se iluminaron de azul y apareció la imagen sonriente de George W. Bush. Todo el público coreando y saltando en la canción y aplaudiendo en la parte del medio, cuando los tres hombres al frente lo hicieron también. Saltando en la parte de las guitarras en los coros, no podía creer que de verdad existiera esa energía dentro de nosotros también, pero creo que aunque nos hubiesen apuñalado con cabillas, la adrenalina nos hubiese mantenido vivos hasta la última nota. Al final, volvimos a cantar de frente con Justin Meldal-Johnsen, Trent headbangueaba y lo dejaba todo en la tarima y la imagen de Bush al fondo se convirtió en fucking John McCain.
Como nos tenían acostumbrados ya, tras el último segundo de la anterior canción, empezó otra grande, que todos cantamos mientras las luces nos reventaban el cerebro: Head Like a Hole, una canción tan jodidamente brillante en vivo que es ridículo tratar de explicarlo. Sólo digo que fue de verdad más cercano a Dios cuando Trent levantó las manos, todos levantamos las manos y cantamos “BOW DOWN BEFORE THE ONE YOU SERVE!!!”. Aplaudimos hasta que ya no sentíamos los brazos y, otra vez, el bajista nos tenía controlados por nuestro lado. De pana que el carajo era con quien menos sentía empatía antes de verlo y me sorprendió arrechísimamente. Para este punto, tenía ganas de invitarle unas cervezas polar bien frías, pagadas por mí, así el carajo fuese millonario. Así de bueno estuvo esa vaina en la izquierda de la arena.
Todo quedó a oscuras y la banda abandonó el stage sin decir nada; Trent nunca ha sido muy comunicativo y en verdad es que aquí las palabras sobraban (en los demás países, si habló, lo hizo muy poco). En ese momento, podías oír desde las gradas, los aplausos, a la gente gritando, nosotros reventados, pero tripeando de más y, para ponerle una cerecita al pastel, una pantalla bajó, resultando la pantalla táctil de Echoplex (http://www.youtube.com/watch?v=Wxb2yD4BP2o ). Josh salió a tocar segmento por segmento, dándole vida poco a poco a la canción mientras yo le gritaba como un bastardo “Josh!!!! You’re awesome!!!!” y un carajo no muy lejos, a mi izquierda, lo llamaba continuamente. De la nada, a la derecha estaba Rob y, tan pronto empezó el riff, el público volvió a la acción, con un stage iluminando a los tres del frente, Trent con su camisa negra, Rob vestido igual (creo) y Justin con otra camisa, esta vez una que le llegaba a los antebrazos. Esta canción la vacilé demasiado y fue superior cantar los “lalalalalala” con Meldal-Johnsen. Quizá lo he dicho mil veces, pero es que no es suficiente: Robin Finck tocó esta canción tan arrecho que daba ganas de llorar. Y después del segundo coro volví a sentirme intimidado porque, siendo el amante de NIN que soy, me sabía la versión en vivo de la canción; antes de la parte pesada del final, fui quizá uno de los pocos carajos que cantó, con Trent, “ONE! TWO! THREE! FOUR!” y ahí tanto Justin como Trent me vieron por un segundo. No es por sonar “fan enamorada”, pero cuando Trent Reznor te mira, te sientes mínimo. Ese carajo tiene una presencia súper fuerte (en realidad fue tan intimidante que no llegué al “four”).
¿Recuerdan eso de que Trent no es muy comunicativo? Olvídenlo. Aquí el tipo se pasó de pana, diciendo: “Gracias. Muchas gracias. Tardamos mucho tiempo en venir para acá, pero estamos muy contentos de tocar para ustedes. ¿Saben? Esta es la primera vez que todos nosotros venimos y estamos muy agradecidos con el recibimiento que nos han dado. Antes de continuar, quiero presentar a la banda. Alessandro Cortini. Sonríe. Weird” (Alessandro andaba un pelo reservado anoche, pero cuando Trent dijo eso, él sonrió de una forma que por lo menos a mí, me pareció natural, saludó y todos nos reímos, de bolas), “Josh Freese”, aplaudimos como unos bestias ahí, “Justin Meldal-Johnsen”, ahí coño, aplaudimos durísimo, aupando a nuestro costilla y el pana sonrió, “Robin Finck”, que fue uno de los carajos más aplaudidos de la noche y con toda la razón del mundo, se inclinó teatralmente, extendió los brazos. “Como ustedes quizá ya saben, nosotros nos hemos jodido en nuestro país, así que si John McCain gana las elecciones, estoy buscando quién tiene un sofá en el que yo pueda quedarme. Esta canción es de un disco inspirado por cuán fucking loco George Bush está”.
Y empezó una canción que yo estaba segurísimo que no iban a tocar, y con tristeza, porque me gusta burda. Hela ahí, la tercera canción exclusiva para Venezuela, The Beginning of the End. No sé de dónde saqué garganta a esa altura, pero canté con todas mis fuerzas mientras Trent se golpeaba el pecho con la pandereta y la banda simplemente se pasaba, de lo perfecto que era todo. Un momento rudo fue cuando, al final de la canción, Trent se paró justo enfrente de nosotros (esta vez no nos miró, sino que miró un poco más allá) y lanzó la pandereta. El problema es que la pandereta cayó un poco cerca de nosotros y de una, nos cayeron como quince personas encima, incluyendo un carajo que no veía y sólo repetía “¿Ya la agarraron? ¿Ya la agarraron?”. En honor a la verdad, yo la quería hasta que vi que eso te podía costar la vida.
Unos sonidos distorsionados dieron paso a la entrada de Freese, de una canción que todos habíamos estado esperando y que no decepcionó a nadie: Reptile. Las luces y las imágenes al fondo de la pantalla, todo en un tono verdoso y amarillo, estaban alrededor de un Reznor que no paraba bajo ninguna circunstancia y que en el coro se afincó, acompañado por unos golpes demoledores de Freese, que tocó la canción como el Señor Titán que es. Volvimos a oír a Trent con una de sus palabras claves (“dammit”) y, tras el segundo coro, hizo la parte (con los ojos cerrados y todo) del “Please… don’t… hurt… me… woooooOOOOOOOOOOOAAAAAAHHHHHHH!!!!!!” Mención especial, y otra vez, para Finck, que tocó la segunda estrofa tan arrecho que volvió a ser un poderosísimo centro de atención, tocando con tanta fuerza que no sé cómo aguantaron esas cuerdas. En el último coro, Trent escupió, se batió con la guitarra, se echó coñazos con el stand y nos dejó a todos paralizados (al terminar fue el último contacto visual que tuve con él, cuando volvió a darnos las “Gracias”, con una mano levantada, miró a toda la primera fila lentamente y se retiró al fondo del stage).
El stage quedó a oscuras y por un momento me asusté, porque creí que se había acabado, pero vi a Trent en el centro y lo que siguió fue el momento más emotivo de la noche. Días antes, hablando con R, le dije que era muy probable que durante Hurt, llorara. Ella me dijo que no lo haría, porque no es esa clase de personas. Trent tocó Hurt, levantando el estándar a un nivel inalcanzable para otro grupo. Cuando llegó al “What have I become? My sweetest friend… Everyone I know, Goes away, In the end…”, empezamos no a llorar de la forma clásica, sino lagrimeando, con los ojos bien abiertos y el corazón en la mano. Para la segunda estrofa, les juro que el silencio en todo el Poliedro era ABSOLUTO. Luego oí a más de uno moqueando. El último coro fue… no. No tiene objeto tratar de explicarlo; no se puede.
Y finalmente se encendió la pantalla del fondo, mostrándonos un mundo no muy diferente al nuestro, coronado por una fábrica que envenenaba al planeta, ardiendo poco a poco en In This Twilight. Fue una canción ejecutada con una maestría absoluta, donde al final se quedaron los cinco iluminados. Robin fue el primero en soltar su guitarra, mirar al público y despedirse con la mano. Justin fue el siguiente, dejando nuestra sección con una inmensa gratitud hacia él. Josh se levantó, se despidió y en retorno, los aplausos no estuvieron fáciles. Alessandro hizo lo propio (y creo que esta vez sí estaba sonriendo). Trent se quedó solo, tocando el piano… miró al público brevemente… y se fue. Se encendieron las luces.
Creo que todo el mundo tenía la misma expresión cuando nos miramos. Nadie podía decir nada. Cuando recuperamos el habla, simplemente no podíamos traducir a palabras lo que acababa de suceder. Lejos de sentirnos mal porque la banda se había ido y el concierto había acabado, nos sentíamos felices de haber estado en una vaina tan suprema, de haber vivido algo como aquello. Hice unos panas increíbles, vi a mi banda favorita como nunca creí que los vería y... wow. No sé qué más se puede decir que no se haya dicho ya.

Las camisas estaban a diez lucas.

Los créditos de las fotos: Evenpro, Omar Sierralta, Karwin San, Daniela Chame, Rubén García.

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